jueves, 27 de junio de 2013

Antonio Pomet







Un día tuve la oportunidad de ver la mesa de trabajo de Will Self, un escritor británico al que admiro. Le copié su idea de pegar post-it con información de escenas y personajes en las paredes para hacer que la habitación se convirtiera en un segundo cerebro, o en una segunda memoria. No me sirvió. Si alguien cree que puede buscar inspiración en los hábitos de otro, creo que se equivoca. Escribir es una de las actividades que mejor ilustran la idea que Bergson regaló a Machado a propósito de caminar. 

Sin embargo, no creo que esta propuesta sirva sólo de acicate para exhibicionistas y voyeurs. Porque puede que dentro de un tiempo seamos nosotros, los escritores, los únicos que leamos, y puede que las imágenes y los textos de este proyecto se conviertan en el santuario de una época perdida: aquella en la que los últimos decadentes ofrecían su tiempo a un mundo que había dejado de escucharles. 

El texto en papel es un borrador de la primera parte de una novela que aún no tiene continuación. El fondo de escritorio es un disco que a veces pongo cuando trabajo. Detrás, bajo el cuadro, hay una monitorización de mi ritmo cardíaco. La línea curva que aparece y desaparece por arriba es una lámpara e ilumina un sofá que no se ve. Y el cuchillo, de Santiago Ydáñez, fue la portada de mi segundo libro. Pende sobre mi cabeza, pero a mí sólo me pertenece la empuñadura.









© Texto y fotografía: Antonio Pomet


Antonio Pomet (Granada, 1973) ha sido profesor de literatura y periodista para Rolling Stone y El País. Ha publicado dos libros de cuentos, Mil perros dormidos (DVD, 2003; premio Andalucía Joven de Narrativa) y Devoradores (Pre-Textos, 2009; Premio Manuel Llano). Está incluido en Pequeñas resistencias 5. Antología del nuevo cuento español 2001-2010 (Páginas de Espuma, 2010).  

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