jueves, 18 de octubre de 2012

Menchu Gutiérrez







Cuando pienso en un escritorio que privilegia la creación, algo así como un escritorio ideal, siempre recuerdo los diarios de Ernst Jünger, un autor que fue capaz de abordar los temas más diversos, incluido el de la  porcelana china, en las trincheras de la Segunda Guerra Mundial, y a quien imagino escribiendo en un catre de campaña o con el cuaderno apoyado en las rodillas.  Tengo el convencimiento de que el espacio de la escritura se crea.

Sin embargo, he vivido en muchas casas, en algunas de ellas de forma muy provisional, y más de una vez me he preguntado: ¿seré capaz de escribir en este lugar?

Creo que es una duda legítima: sin duda, lo que nos rodea ejerce una influencia en nosotros; también, la en apariencia inocente superficie sobre la cual escribimos.

Estoy convencida de que sobre una mesa de cristal escribiría una gélida biopsia emocional, y que de alguna manera la trasparencia de este material contagiaría asepsia a una palabra que deseo contaminada. Al hilo de esta pequeña reflexión, no dudo de que sería interesante escribir unas memorias sobre una mesa de quirófano.

Nunca he tenido el escritorio soñado: una mesa grande de madera, provista de multitud de cajones en la parte frontal y en los laterales y, como decía Bachelard, pulida una y otra vez por “generaciones de cera”. Hoy, a una mesa sólo le pido que sea de madera. Lo único que me importa es estar en contacto con la calidez y el misterio tranquilo de este material. Hay algo en la madera que me reconforta y que es imposible desligar de su origen, el árbol. Su presencia favorece una especie de trasvase vital. Los nudos de la madera relativizan el tiempo del reloj y me ayudan a desaparecer en el texto.



© Fotografía: Pedro Pertejo



Menchu Gutiérrez (Madrid, 1957), ha publicado varios poemarios, entre los cuales cabe destacar El ojo de Newton (Pre-textos, 2005), La mano muerta cuenta el dinero de la vida (Ave del Paraíso, 1997), La mordedura blanca (Premio Ricardo Molina, 1989) y De barro la memoria (Endymión, 1987). Autora de una amplia obra en prosa, publicada en su totalidad por la editorial Siruela, entre sus títulos se encuentran Viaje de Estudios (1995), La tabla de las mareas (1998), La mujer ensimismada (2001), Latente (2003), Disección de una tormenta (2005), Detrás de la boca (2007),  El faro por dentro (2011) y La niebla, tres veces  (2011), pequeña recopilación de sus primeras novelas publicadas en esta misma editorial. Es asimismo, autora de un ensayo sobre la nieve en la literatura, Decir la nieve (Siruela, 2011), y de una biografía literaria sobre San Juan de la Cruz (Omega, 2004); ha traducido a autores como Poe, Faulkner, Auden, Brodsky, Jane Austen o Anne Brontë. Ha colaborado con el suplemento cultural de El País y otras revistas literarias. Asimismo, ha organizado diversos seminarios multidisciplinares en centros como la Casa Encendida de Madrid, la Fundación Botín de Santander o el Koldo Mitxelena de San Sebastián.

1 comentario:

  1. El árbol que sacrificó su vida para que esa mesa pudiera ser, estuvo en contacto con las entrañas de la mismísima tierra. Sus raices mamaron su profunda sabiduría.De ahí que ese escritorio, de madera, anime a escribir el mensaje mas profundo...

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