lunes, 24 de septiembre de 2012

Iñaki Uriarte







Cuando vinimos a vivir aquí, como María, mi mujer, aún trabajaba y pasaba muchas horas fuera, me reservé para mí esta habitación, una de las mejores de la casa. Es grande y luminosa. Desde donde estoy sentado, veo a través de unos amplios ventanales el cielo y la parte superior de una iglesia, que es bastante fea, pero mejor que un bloque de viviendas. Como yo no trabajaba, me organicé una especie de estupendo despacho de trabajo. Incluso coloqué en una de las paredes un panel de corcho donde debería señalar con post it y papelitos clavados con chinchetas mis tareas urgentes. No las hubo y el corcho se fue poblando de fotos. La mesa es un tablero de aglomerado, cubierto con una lámina blanca, creo que de formica, apoyado sobre dos caballetes. La encargué a un carpintero cuando vivía en la casa de arriba y lleva conmigo más de 20 años. Está desordenada. A Mari, la asistenta, le tengo prohibido que cambie nada de sitio, pero yo tampoco sé muy bien lo que hay en ella. Supongo que el único que lo sabe es nuestro gato Borges, que a veces se sube a olisquear y comprobar si ha habido alguna variación. Lo mejor es la silla, una vieja silla de oficina que me regaló mi hermana Tere. Paso en ella cuatro o cinco horas al día y nunca me ha dado molestias de espalda. Casi todas esas horas las paso leyendo. Tengo un buen sillón tapizado de azul en el otro extremo de la habitación, pero nunca lo uso, imagino que porque quiero estar todo el tiempo cerca del ordenador. Escribo muy poco, aunque tal vez algo más de lo que suelo confesar. A mi derecha dispongo de una gran papelera de mimbre. Hay épocas en que se llena de folios arrugados y otras, muchas más, en las que lo único que brilla en su fondo son los paquetes vacíos de Ducados. A veces, si va a venir la asistenta, los cubro con algunas hojas de periódico estrujadas, por pudor. En general, se trata de un despacho de trabajo u oficina de aspecto magnífico, donde parece que alguien está acometiendo alguna obra formidable.





 © Texto y fotografía: Iñaki Uriarte


Iñaki Uriarte (Nueva York, 1946) vive en Bilbao. Ha publicado Diarios 1999-2003 (Pepitas de calabaza, 2011; Premio Euskadi de Literatura en la modalidad de ensayo en castellano y Premio Tigre Juan) y Diarios 2004-2007 (Pepitas de calabaza, 2011). Ejerce la crítica literaria en el diario vasco El Correo.

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